“¿Mataron al hijo de la Marta Toro? Uh, lo que nos espera”. El espanto se dibuja en cuestión de segundos en el rostro de Virginia, la mujer que ya lleva 65 años caminando por las calles de Villa 9 de Julio. “Ya nada será igual”, le dijo a LA GACETA antes de encerrarse en su casa. Los enfrentamientos entre los clanes Toro y Carrión son moneda común en este populoso barrio del norte de la ciudad. Pero nunca antes uno de sus integrantes había perdido la vida en lo que fue una batalla de una guerra que pareciera no tener fin.
Luciano Gastón Calderón, de 20 años dejó de respirar antes de llegar al Centro de Salud. Un tal “Quema Rancho”, “soldado” del otro bando, lo asesinó de un disparo en el pecho. La venganza no tardó. Los familiares de la víctima fueron a buscar a uno de supuestos homicidas, no lo encontraron, pero descargaron toda su ira en el cuerpo del padre que recibió cuatro disparos.
Tiros y motos
Los vecinos cuentan que Calderón, a las 13 aproximadamente, transitaba en su motocicleta por Blas Parera. Al llegar al 400, se encontró con el principal sospechoso. Intentó escapar hacia el este, pero no pudo. “Se escucharon un montón de tiros y después que dos motos aceleraban”, contó Carlos, otro vecino aterrorizado. Según los investigadores, después haber sido herido, el joven avanzó un par de metros y terminó cayendo en la vereda de la escuela Blas Parera.
Los familiares de la víctima negaron su vinculación con el clan Toro. “No porque tengamos ese apellido somos todos iguales. Él estudiaba el secundario y cobraba un plan Progresar. Esta es una familia trabajadora”, dijo María Rodríguez, tía de Calderón.
La mujer, que mantuvo una charla con LA GACETA, agregó: “los Carrión ven un Toro y le disparan. A él ya lo habían herido a la salida de la cancha de Atlético. Esto se tiene que acabar porque no podemos caminar por ninguna parte del barrio”.
Los minutos pasaron y la tensión fue creciendo. Los vecinos advertían que algo malo podía pasar. No se equivocaron. A las 15.10, un tal “Coco”, que sería integrante del clan Toro, se presentó en el domicilio de Gobernador Gutiérrez al 1.300 en busca de “Loco Ger”, un menor de 14 años, que habría acompañado a “Quema Rancho” en el mortal ataque. No lo encontró, pero no dudó en disparar contra José Antonio Rodríguez, padre del adolescente. Antes de disparar le habría dicho: “Tu hijo ajustició al mío hace un rato y tomá...” Recibió cuatro balazos y al cierre de esta edición, se encontraba en estado reservado en el Hospital Padilla.
“Fue terrible. Escuchamos muchos disparos y nos asustamos. Cuando salimos a la calle, vimos al vecino tirado en el suelo. Tenía heridas en una pierna, en la espalda y en el brazo. Pobre hombre. Lo conozco desde hace mucho y no tenía problemas con nadie. Sabemos que lo asaltaron dos o tres veces, pero nada más que eso”, dijo María Eugenia, vecina del barrio en el que todos temen ser identificados por uno de los dos clanes.
Este ataque se produjo a menos de 10 cuadras de donde fue mortalmente herido Calderón.
Los policías creen que los hombres de los Carrión vieron pasar a Toro y decidieron atacarlo. Sí les llama la atención que el joven, que tiene fama de violento y que según algunos vecinos estuvo involucrado en varios enfrentamientos, no haya hecho nada para defenderse.
“Son extremadamente peligrosos. Ellos son especies de soldados y matan y mueren por dos mangos o por una tiza de cocaína”, aseguró un investigador.
“No es la primera vez que estas familias quedan involucradas. Ya se produjeron varios hechos y la Justicia tiene causas en su contra”, comentó Martín Galván, jefe de la Unidad Regional Capital, que adelantó que ya tienen pistas firmes contra los autores de ambos ataques.
“El tema es que todo el mundo sabe quiénes son los Toro y los Carrión, pero nadie hace nada. Todos los días se producen peleas y enfrentamientos. Estamos cansados y todo por la droga”, contó Mauro Medina.
Una fuente policial dijo que informes de inteligencia daban cuenta de que los Toro habían decidido acabar con sus enemigos. “Nos dijeron que están buscando más gente para salir a buscar a los Carrión. Esto es sumamente peligroso”, comentó.
Custodia en la zona
Las autoridades de Seguridad de la provincia decidieron realizar un operativo especial para evitar nuevos enfrentamientos. Villa 9 de Julio será custodiada ahora por personal de calle de la División de Delitos contra la Propiedad, del Servicio del 911 y el Cuerpo de Infantería. “Estamos listos para intervenir ante cualquier situación”, advirtió Galván.
Antes las familias eran socias, ahora son enemigas
El enfrentamiento en el que Luciano Calderón perdió la vida, fue el sexto que salió a la luz en menos de cuatro meses. Las peleas entre los Toro y los Carrión se cobraron ya varios heridos. Según coincidieron las fuentes consultadas por LA GACETA, las peleas entre las familias están originadas por una supuesta pelea territorial, ya que ambos clanes estarían vinculados a la venta de drogas. Los investigadores dicen que los Carrión trabajaron con los Toro durante muchos años. Pero, aprovechando que sus jefes habían caído en desgracia por haber sido detenidos o sus casas allanadas, decidieron abrirse camino.
Esa decisión generó un enfrentamiento que recrudeció en los últimos tiempos. Los investigadores aseguran que los Toro no están dispuestos a ceder un metro de Villa 9 de Julio, mientras que los Carrión siguen avanzando a paso fuerte.
La historia
El 26 de diciembre, integrantes del Clan Toro se enfrentaron a balazos con integrantes de la familia Carrión en López y Planes al 500. Cuando la patrulla llegó fue recibida con una lluvia de piedras. Ese día fueron heridos dos adolescentes, uno de 17 y el otro de 14 años. Este último perdió uno de sus ojos.
El 6 de enero a la siesta hubo otro enfrentamiento. Ese día los disparos tuvieron lugar en Martín Berho y Estanislao del Campo. Un hombre de 25 años llegó al Centro de Salud con un tiro en el brazo izquierdo. Detrás de él llegó un joven de 19 años con un balazo en una de sus rodillas. Al otro día, una mujer relacionada a los Toro denunció que integrantes de los Carrión balearon su negocio de Martín Berho al 200.
Los enfrentamientos regresaron con más violencia que nunca el 25 de febrero. Cinco personas terminaron heridas. Ese día recibió un tiro en la mano un hombre de 77 años y uno en el muslo una mujer de 44. Más tarde, Raúl Carrión recibió un disparo en la pierna y otro en el tórax. Su mujer, Dalma Almirón, recibió una bala en la pierna. El último herido de la tarde fue Gerardo Figueroa, un agente del 911, que recibió un disparo en el pie. Un día después, el 26 de febrero, se repitieron los balazos, esta vez en Justo de la Vega al 1.400. No hubo heridos.
“Quema Rancho”, un joven dispuesto a todo
“Quema Rancho” no tiene más de 23 años, pero es conocido por la Policía por dos razones: es un especialista en el motoarrebato cuando no trabaja para el clan Carrión.
Ese trabajo no es otro más que encargarse de la parte dura del negocio del narcomenudeo: ser el “soldado” para defender a sus jefes, cobrar deudas a los compradores que no pagan y realizar tareas de seguridad en los lugares donde se comercializan drogas.
El joven fue uno de los acusados de haber participado en el ataque a un negocio de una integrante del clan de los Toro, según lo denunció la mujer en la Justicia.
“Quema Rancho” también fue acusado de otro violento ataque. En febrero, ingresaron disparando a una vivienda de Villa 9 de Julio y terminaron hiriendo a un hombre de 77 años de un tiro en la mano y también le dispararon a una mujer de 44. Los motivos de este hecho nunca quedaron en claro, puesto que las víctimas se negaron a denunciar el hecho.
Dicen los investigadores que es sumamente peligroso. Su adicción a las drogas lo transformó en un joven difícil de controlar. “Siempre está jugado y no mide las consecuencias”, explicó una fuente.
Hace menos de un mes fue noticia. Fue detenido junto a “Cadáver” -otro hombre de los Carrión- por ser los sospechosos de haber cometido una importante cantidad de arrebatos en Villa Urquiza y en las adyacencias del estadio de Atléico.
Recuperó la libertad hace menos de un mes, no así su compañero de andanzas al que le dictaron la prisión preventiva. Ahora está oculto por temor a sufrir represalias.